Wednesday, November 8, 2017

¿Cómo llegar a Tena?


Llegar a Tena no es particularmente complicado, pero puede ser un poco peligroso dependiendo en la época del año. Hay dos rutas desde Quito. La primera sigue la ruta: avenida Simón Bolívar hacia Cumbayá, la Ruta Viva, Pifo, Baeza, Archidona y Tena. La distancia es aproximadamente 160 kilómetros desde el redondel de Pifo, y se puede cubrir en menos de tres horas, en auto propio, sin apuros y cuando no hay mucho tráfico. En bus, lo normal es cubrir el trayecto entre 5 y 6 horas desde la terminal Quitumbe. El otro camino es un poco más largo. Se sale por la Panamericana Sur, se cruza Machachi, Latacunga, Ambato y Baños para llegar a Puyo. Desde Puyo se toma la carretera a Tena. Se llega en unas 5 horas, desde el sur de la capital, 6 horas en autobús.

Durante las épocas de lluvias, que pueden ocurrir en cualquier mes del año, la vía Papallacta, Baeza, Tena puede presentar numerosos derrumbes a lo largo del camino. Estos pueden detener el tráfico por días o por unas horas. En ocasiones se daña todo un tramo y la situación es aún más complicada. En un par de ocasiones en los casi tres años que vivo en Tena, los automóviles, camiones y buses han tenido que pasar la noche en Baeza o regresarse a Quito. Estos incidentes no son demasiado numerosos, pero pasan consistentemente.

En la otra ruta, después de pasar por Baños es posible encontrar derrumbes, pero no son ni tan comunes ni tan frecuentes como en la vía Papallacta, Baeza, Tena. Es un camino más largo, pero la tranquilidad y seguridad a veces hacen que las dos horas extras valgan la pena.

¿Mi preferencia? En épocas secas definitivamente prefiero ir por Papallacta. La carretera tiene sus fallas, particularmente después de pasar Baeza rumbo a Tena, pero ahorrar dos o más horas ayuda en la decisión. El camino es hermoso. El cambio de vegetación que se va observando y la gran cantidad de barrancos y montañas son una experiencia abrumadora. En los primeros 45 minutos desde Pifo se puede disfrutar de los páramos andinos, límpidos, puros. Ya al llegar a la zona cálida, el camino tiene menos curvas y el viaje es más rápido. Hay un par de observatorios, uno en el sector de la virgen, al llegar al tope de la cordillera, más de 4 mil metros de altura, y otro pasando Baeza, y los dos son espectaculares. En Papallacta hay algunos restaurantes con buena cocina y, claro, también se pueden disfrutar las aguas termales.

Bajando por la Panamericana también tiene sus encantos. La carretera es excelente, amplia y rápida, aunque hay trampas fotográficas para controlar el exceso de velocidad. Unos kilómetros después de Ambato, la carretera se reduce a solamente dos vías y el viaje se torna más lento. En feriados o fines de semana el tráfico de entrada y salida de Baños puede ser pesado.

Cada ciudad que se cruza entre Quito y Puyo tiene su gracia, aunque ahora las carreteras rodean Latacunga y Ambato, por ejemplo, acelerando de esa manera el viaje. En unas dos horas y media, más o menos, se llega a Baños, uno de los centros turísticos mejor conocidos del Ecuador. La cantidad de atractivos de la zona la hacen uno de los lugares predilectos para turistas nacionales o extranjeros. A 45 minutos de Baños está Puyo. De Puyo a Tena se necesitan otros 75 a 90 minutos, dependiendo en el clima y el tráfico.

Se llega a Tena por cualquier vía que se elija, pero siempre hay que manejar con precaución. Particularmente, pasando Baeza en dirección a Tena, hay numerosos baches y partes de la carretera que están semidestruidas. En la noche, esos baches pueden ser trampas mortales para el automóvil, sobre todo si no se conoce el camino. Los conductores de buses y quienes viajan frecuentemente saben dónde están exactamente esos problemas y los pueden evitar. Los demás, debemos viajar con extremo cuidado, prestando atención a cada posible alteración de la carretera.

Ambos caminos tienen su gracia. En buen tiempo, mejor ir por Baeza, en mal tiempo, mejor ir por Baños. 

Friday, May 27, 2016

Tena, una ciudad entre la magia y el olvido



Debo admitir que con Tena no me une un amor a primera vista. Eso me ha sucedido con otras ciudades, San Francisco, California; Boise, Idaho; Albuquerque y Santa Fe, en Nuevo México, Nueva York... Tena es más como un sabor adquirido.

Soy ecuatoriano de nacimiento y re-nacimiento. Nací en este país, me ausenté por un cuarto de siglo y volví a re-aprender el complicado y difícil arte de vivir en el Ecuador. Mi camino de regreso me condujo a Tena, a trabajar en una universidad recién fundada, IKIAM, y a adaptarme a un clima y una geografía a todas luces extraña.

Nunca había estado en el oriente ecuatoriano y llegar a Tena era una verdadera incógnita. Me preguntaba antes de aceptar la oferta de trabajo: ¿será una buena idea?, ¿conseguiré adaptarme a un clima tropical probablemente extremo? ¿habrá suficiente civilización (internet, cable, cine, gimnasio, buena comida, calles asfaltadas, departamentos modernos, transporte público seguro)?

La primera vez que llegué a Tena, en agosto de 2014, mi impresión divagaba entre una decepción a medias y un moderado optimismo. Es difícil explicarlo. El clima no era tan extremo. Al mediodía el calor era excesivo, pero muy pocos establecimientos usaban aire acondicionado; pasada las seis de la tarde, la temperatura bajaba considerablemente; llegadas las 9 de la noche, era posible sentir un poco de frío. En los días de lluvia, la temperatura incluso al mediodía era agradable. Según los taxistas de la ciudad, en Tena llovía casi cada día. En conjunto, el clima parecía ser manejable, sobrevivible, y quizá, hasta disfrutable.

La ciudad era otra realidad. Aunque había uno que otro edificio moderno, la arquitectura era típica de un pueblo pequeño de provincia. Casas construidas más por su utilidad que por su carisma - multifamiliares en las que vivían 5 o más familias y unas pocas unifamiliares, en algunos casos por la pobreza de los dueños y en otros por la obvia comodidad económica de los propietarios, la diferencia entre los que querían y los que debían vivir solos.

No había un solo cine y esa era la medida del posible aburrimiento para el tipo urbano como yo. Había servicio de Internet, ni tan bueno, ni tan malo, había cable y HBO (Winter is coming!), había muchos restaurantes, pero no mucha variedad de comida, y las tiendas eran de una redundancia sorprendente. En la avenida 15 de noviembre es posible encontrar al menos 10 pizzerías, 20 almacenes de ropa y zapatos, 10 tiendas de celulares, panaderías, tiendas de víveres, papelerías, pero, con excepción de Tía, no hay nada que las destaque en particular.

El transporte era curiosamente abundante, muchos buses y un número excesivo de taxis.

Los bichos eran (y digo eran, ya no tanto después de 18 meses) uno de los aspectos más espantosos de Tena. Hay cucarachas que parecen dinosaurios en comparación con las que conocía en otras ciudades: enormes, horripilantes, algunas hasta voladoras; los geckos, un tipo de lagartija, se toman los rincones en todas las casas y locales comerciales de la ciudad; hormigas desde microscópicas hasta gigantescas para mi gusto (5 mm) que aparecen cada vez que hay algo que limpiar (dulces, comida, insectos muertos, o por el solo instinto de explorar que tienen).

Lo que resta decir en este blog introductorio es que después de acostumbrarse un poco e ir adquiriendo ese sabor curioso que es Tena, se la llega a querer, se llega a descubrir su magia, su auténtica originalidad, su fuerza, su TENA-cidad, y lo que es peor, el olvido en el que se la ha dejado por parte de las autoridades locales y nacionales. Estos temas los iré explorando más adelante.